En la sala de su casa y en medio de la tranquilidad del municipio de La Paz, Cesar, aparece sonriendo con su sencillez característica el rey vallenato Miguel Antonio López Gutiérrez, quien recientemente cumplió 80 años de vida. “Estoy listo para contar todo”, dice e inicia su relato:
“Yo comencé a tocar acordeón a los 10 años. ¡Cómo pasa el tiempo, ya hace 70 años! –afirma sorprendido–. Un día amanecí con ganas de agarrar el acordeón, que en la casa lo tocaba era mi hermano Pablo. Yo tocaba la caja, pero ese día cambiamos, y así nos quedamos para siempre. Vea que a ambos nos sirvió”.
Su hija Tania, quien lo acompañaba, sonrió y asentía, con la cabeza a esa afirmación.
“Tengo que decir que a mi mamá, Agustina Gutiérrez Zequeira, cuando me vio tocar le gustó y enseguida me apoyó y acertó. Mis padres hicieron posible que nos enamoráramos del vallenato”, dice el rey de 1972 –el quinto del Festival de la Leyenda Vallenata– mirando hacia el cielo, como queriendo que Agustina desde el más allá contribuyera al relato.
Pero no da lugar a que la nostalgia anide y prosigue con su historia. “La casa de mis padres fue el templo del vallenato en toda la región, porque por allá pasaron personajes de la vida nacional; incluso, Gabriel García Márquez contó varias anécdotas que le han dado la vuelta al mundo”.
Así fue el inicio formal de los famosos Hermanos López, agrupación que marcó la pauta en la música vallenata. “Al poco tiempo, con mis hermanos comenzamos a tocar en cumpleaños, matrimonios y en cuanta fiesta nos invitaban en La Paz (Valledupar) y toda la región. Nos fuimos poco a poco, hasta llegar a grabar en Bogotá, asunto que no fue nada fácil, pero gracias a Dios se logró en la antigua CBS”.
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