Aquella reunión de músicos y cantantes en el club Red Garter de Nueva York fue realmente un junte para promocionar las nuevas tendencias en ritmos latinos que se desarrollaban en el Nueva York de los años 60.
Además, la idea incluía reavivar al club restaurante con una nueva audiencia latina ya que su administrador, Jack Hooke, notó el aumento de la migración latina a esa ciudad y lo fiel que eran los latinos respecto a sus ritmos.
Hooke se reunió con el promotor Ralph Mercado para que lo ayudara en la encomienda y Mercado le llevó la idea a Jerry Masucci, director ejecutivo de Fania Records. Masucci, a su vez, le explicó la idea a su socio en Fania, Johnny Pacheco, quien ejercía la función de director artístico.
La empresa Fania, recién creada en 1964, tenía contratado algunos jóvenes músicos prometedores y decidió reunirlos en una misma orquesta para esa presentación en particular. Sin embargo, a falta de nombres “reconocidos”, Pacheco invitó también a estrellas establecidas de la música latina como Tito Puente, Eddie Palmieri, Santos Colón, Richie Ray, Bobby Cruz, Barry Rogers y Jimmy Sabater, entre otros.
De Fania llegaron al club músicos como Ray Barretto, Louie Ramírez, Bobby Valentín, Willie Colón, Larry Harlow, Orestes Vilató y Joe Bataan, entre otros, y cantantes como Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Adalberto Santiago, Pete “El Conde” Rodríguez y Marcelino Morales, entre otros.
Pacheco dirigió la reunión de músicos y como era parecida a las reuniones de estrellas que hacían otras disqueras decidió llamarla Fania All Stars (ya existían la Alegre All Stars y la Tico All Stars, por ejemplo), por lo que esa noche se considera el nacimiento de la que se convertiría en la orquesta más famosa del mundo.
Pero era 1968 y todavía en el ambiente musical neoyorquino el boogaloo y el soul eran ritmos que estaban de moda por lo que la presentación de Fania tuvo que incluir temas no latinos.
La estrategia de Masucci al aceptar la presentación de la Fania All Stars (FAS) en el Red Garter incluyó la grabación del concierto para su posterior comercialización, algo que el abogado judío siempre tuvo claro para promover su empresa.