En discos de antología musical, Juan Piña rescata clásicos de nuestros géneros tropicales.
Este año clasificó de nuevo entre los cinco mejores de cumbia/vallenato, con La elegancia de la música. Se trata de un trabajo que estaba casi recién salido del horno cuando llegó la nominación; en él mantiene la intención de dejar un legado a las nuevas generaciones.
Ya el estrellato o la fama lo tienen sin cuidado, lo suyo es una vocación, una misión de retribuirle a la música que lo nutrió desde niño y al amor por las raíces.
“Se llama La elegancia de la música –explicó– porque me acompañan hombres de trayectoria y elegancia en el cantar, como Alci Acosta (un dúo en el bolero Temeridad) o el venezolano Argenis Carruyo (un mosaico de pasodobles clásicos como Feria de Manizales o Ni se compra ni se vende).
Invitó también a Iván Villazón en una nueva versión de La tumbacatre, canción que Piña grabó hace 20 años. Llevó La gota fría a formato de orquesta, de la mano de Michell el Buenón (dominicano) y, de paso, descubrió un talento: Hernándo Arias. “Él nació y creció allá –dice Piña–; lo conocí allá y vi que tocaba como Alfredo Gutiérrez, y lo invité a grabar Anhelos”.
Que lo apoyen. Trae porros, cumbias, quedó exquisito. Busco revivir nuestra música tropical, que está olvidada porque se ha apoyado más en el vallenato, la champeta, el reguetón y lo urbano. No hablo mal de esos ritmos, pero sí se han olvidado de la música que hicieron Lucho Bermúdez y Pacho Galán.
¿Por qué se diluyó lo tropical?
La música tropical colombiana no se puede confundir con los vallenatos de Poncho Zuleta, Jorge Oñate o Silvestre Dangond. Nuestra bandera en el formato de orquesta es porro mapalé, merecumbé, chandé, cumbión. En ningún momento estoy en contra de los géneros, bienvenidos todos. Así como fueron moda el bolero, el pasodoble o el tango, este es un mundo que Dios hizo para todos. Pero, sí hay cama pa’ tanta gente, así que los representantes de la música tropical bailable merecemos que nos tengan en cuenta. Nuestra canción más exitosa en el mundo era La pollera colorá. Después vino una fantasía como La piragua. Y … ¿te acuerdas de Carmen de Bolívar? No sé por qué no inculcan a la juventud los ritmos autóctonos…
¿Dónde está el pasillo? ¿Dónde están sus intérpretes? ¿Por qué dejamos caer lo nuestro? El vallenato sigue evolucionando, pero las cumbias y porros, el merecumbé, ¿dónde están? Por eso, ojalá nos escuchen y nos apoyen.
Por lo que dice, su intención va más allá de vender un disco…
No busco que me paguen los millones que les pagan a las orquestas extranjeras. Quiero que la juventud sepa cómo aprendieron a bailar sus abuelos, de dónde vienen sus padres, qué oían en fiestas donde sonaban Carmen de Bolívar, Ay, cosita linda o La butifarra de Pacho. Ese sonido lo hemos dejado morir los colombianos, músicos, periodistas y nuevos grupos. Se han dedicado a los sonidos foráneos. Por eso, ojalá que volvamos a ubicar la música colombiana en el lugar que se merece.
¿Cuál fue la primera música que lo marcó?
Las canciones de La Sonora Matancera, porque nací en un pueblo y a las 4 de la mañana mi papá me despertaba y lo primero que sintonizaba era La Voz de las Américas, de Cuba. Aprendí a escuchar a Celia Cruz, Nelson Pinedo y Daniel Santos. Después oí una emisora bogotana, Radio Santa Fe, y oí por primera vez a Lucho Bermúdez y las canciones de Jorge Villamil. Todo eso lo hemos matado.
Las canciones de hoy tienen un contenido agresivo, ya no figuran un clarinete, una trompeta o un bombardino. Nadie imagina una frase como la de Leandro Díaz: “Cuando Matilde camina, hasta sonríe la sabana”.
¿Se siente solo en el género?
Si Cochise Rodríguez no hubiera mostrado que en Colombia había un ciclista como él, estaríamos viendo a ciclistas ajenos. Sin el Maravilla Gamboa, el Caimán Sánchez, el Pibe o Higuita, aplaudiríamos figuras de otro país. Si no sale Shakira, estaríamos viendo a Madonna o a Thalía. Entonces: Alguien tiene que tocar, dejar caer el vaso para que se quiebre y despierten. Cuando comencé, en el país sonaban La Billo’s, Los Melódicos, Nelson Enríquez, Pastor López, todos de Venezuela. Hoy me ven solito, pero yo era la puntilla en el zapato para que la gente despertara a la música colombiana. ¿Quién despertó? Gabriel Romero, con porros y cumbias. Joe Arroyo y ‘Saoco’. Entonces, yo, feliz, porque puede ser que esté solo, pero quien me sigue puede ser El Checo Acosta. Que me perdonen la jactancia, pero no canto por dinero, sino para que la nueva generación sepa qué es cumbia, porro y mapalé. Mira hasta dónde llegó Totó la Momposina con su originalidad, pero muchos colombianos siguieron la ruta de dominicanos, puertorriqueños o venezolanos.
¿Por que tantos clásicos en sus producciones?
En La elegancia de la música está Mi otro hermano, canción que Emilianito Zuleta me dedicó a mí y por eso nos reunimos a grabarla. Era inédita. Ahora no solo quiero despertar el sonido del porro y el merecumbé, grabé el bolero con Alci Acosta porque quiero que el romanticismo vuelva. Grabo de todo un poco y seguiré invitando figuras extranjeras para ponerlas a cantar cumbia y porro conmigo. Ya grabé con Bobby Cruz, con Andy Montañez, con Johnny Buenaventura. Con Milly Quesada hice un tema y nadie le puso atención. Pero seguiré poniéndolos a cantar música colombiana.
¿Cuál fue el efecto del Grammy Latino del 2012?
Viví en Estados Unidos del 2005 al 2010. Un día me llamó el Checo Acosta: “Regrésate, que nadie está ocupando tu lugar”, dijo. Volví y en el 2012 gané el Grammy Latino en cumbia y vallenato. Ahí estaban La hamaca grande y otros clásicos. Entonces pensé, ‘aunque radio X en Bogotá o en San Marcos o en Barranquilla no me apoye, voy a fijarme esta meta’. Sirvió porque se dieron cuenta de que Juan Piña todavía hacía música colombiana. Pero pensé que la prensa harían más alarde del Grammy de Juan Piña y a pocos les importó. No les supo a nada. No soy una persona resentida, yo sigo el camino de Dios, el que me gusta y me interesa.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
@Lilangmartin